Por pudor
Sobre «la mentira en las escrituras del yo», publicado en el diario de mi taller de lectura en abril de 2025
Por pudor he asentido y he seguido la corriente al ser preguntada por eventos de mi vida que en verdad yo no he vivido.
Me refiero a escenas que pertenecen a la experiencia de personajes de ficción que creé en Leer mata o en Ternura y derrota, y por las que determinados periodistas me han preguntado como si la dueña de tales experiencias e ideas sólo pudiera ser yo.
Mi primer recuerdo no es el mar del Cabo de Gata, como dice Ternura en la obra de teatro, de la misma manera en que mi madre no dejaba pétalos de buganvilla en sus libros preferidos como sí lo hacía la de Lectora, la protagonista del ensayo, ni tampoco un antiguo profesor escribió una novela sobre mí como hizo el de Helena en El funeral de Lolita. Es que ni siquiera invertí todos mis ahorros en juguetes sexuales al divorciarme, como la narradora de Caliente, ni tampoco dije que «yo no sentía nada por Ernesto», como sugiere la voz lírica de un macho en uno de los poemas de Poesía masculina.
Creo, sin embargo, que a veces una mentira muy detallada puede servir para contar una gran verdad: como que en general mis primeros recuerdos son algo violentos, como que adoro encontrar papeles o subrayados de mi madre entre sus libros, como que viví unas historias compleja abusos, como que me dio por investigar mejor el placer sexual mientras me separaba de mi primer marido, o como que en verdad deseaba no estar enamorándome de uno de mis mejores amigos después de besarnos en una fiesta en Madrid.
Si miento es para contar mejor una verdad.
Si miento es para convertir una experiencia en algo parecido a la literatura que me interesa, que bebe de lo íntimo, pero que es otra cosa.
Hoy asistí como presentadora al relanzamiento de la poesía de Alana Portero en Barcelona, y alguien de entre el público le dijo que daba la impresión de que su obra estaba atravesada por un gran yo, y que si alguna vez «se había planteado escribir sobre otra cosa que no fuera ella misma». Me sorprendió que una lectora pudiera dirigirse con ese desdén a Portero, que justo acababa de leernos unos poemas rítmicos, evocadores, casi como rezos, que a mí en ningún momento me habían hecho pensar en el egoísmo de quien los escribía. Supongo que algo así es lo que ocurre cuando pensamos en la literatura como en un tema, y no como en un sentimiento. Me refiero a esa tendencia a decir: este libro es «sobre tu divorcio», este libro es «sobre tu obsesión con los libros», este libro es «sobre tu transición» ; en vez de: este libro me hace sentir miedo, este libro nace de la rabia, este libro duele, pero también es esperanzador.
Pero yo siento pudor, así que asiento. Le digo a los periodistas que sí, que yo soy todas esas cosas que he creado, porque en parte es cierto y todos mis personajes, o escenas, o ideas, tienen algo de lo que conozco, de lo que sueño, de lo que invento, de lo que respiro o de quienes me rodean.
Ya no sé decir no a mis mentiras. También hace tiempo que no sé cómo estar en redes sociales. Ya no escribo nada en ellas, apenas comparto un puñado de fotos sin contexto, alguna cita, alguna mueca. Si miento en mis libros, entonces miento en mis redes. ¿Es esa mi cara? ¿Es ese mi gato? ¿Es esa la sombra de mi hijo? ¿De verdad me gustó ese libro que comparto? ¿De verdad soy tan feliz?
Enmudecí. Escribo. Qué exageración. Y asiento.
Quién no se miente a sí mismo, no encuentra la salida hacia la verdad.
same <3